jueves, 19 de febrero de 2015

NORUEGA


NORUEGA    Europa del Norte


Capital: Oslo
Forma de gobierno: Monarquía constitucional.
Fecha de independencia: 26 de octubre de 1905.
Superficie: 385.156 Km2 (67º)
Población: 5.147.792 (121º)   Densidad: 13,4 hab/Km2
PIB/cápita: 55.400 $ (9º)
Miembro de: OTAN, OCDE, EFTA, Consejo Nórdico.

Noruega ocupa las porciones N y O de la Península Escandinava. El mar (Océano Glacial Ártico, mar de Noruega, mar del Norte y Skagerrak) baña sus costas por el O, N y S, a lo largo de 3.400 Km. 

Al E los límites, totalmente terrestres, carecen de accidentes naturales que los señalicen claramente, si bien en buena parte siguen las cimas de las montañas, y se desarrollan en una longitud de 2.750 Km, el 92% de los cuales la separan de Suecia y de Finlandia. El resto, unos 120 Km, la separa desde 1947 de Rusia, una vez que la URSS se apoderó del territorio que constituía la salida finlandesa al Océano Glacial Ártico.

En este océano se hallan asimismo bajo soberanía noruega la isla de Jan Mayen y el archipiélago de las Svalbard, de las que hablaremos por separado.

Se trata de un país cuya existencia ha estado siempre vinculada al mar. Primero fueron las agresivas proas de los drakkar vikingos; más tarde, grandes nombres continuadores de la tradición navegadora, como Nansen y Amundsen, sin olvidar a Thor Heyerdhal.

Pero el mar está llamado a desempeñar un papel aún más importante. Se decía antaño que los noruegos araban el mar, del que no obtenían sino una cosecha al año: la pesca; en la actualidad ofrece una nueva cosecha más acorde con las necesidades del mundo moderno: el petróleo.

En una de las zonas más tormentosas del mundo, con olas de hasta 18 m de altura y vientos que superan los 180 Km/hora, se extraen, a una profundidad de 4.000 m, cantidades importantes de gas y petróleo.

Sin embargo, para los noruegos eso representa no sólo una fuente de riqueza, sino también un motivo de preocupación. ‘Estamos condenados a ser un país rico, afirman, pero no deseamos sucumbir bajo una lluvia de oro negro. Es nuestro deseo conservar Noruega tal y como es, sin caer en la tentación del consumismo, sin destruir las bellezas naturales, evitando, en lo posible, el destino del rey Midas, que pereció porque transformaba en oro todo lo que tocaba’.

Y en efecto, aparte de las muy generosas donaciones a países en vías de desarrollo, el amor de los noruegos por la naturaleza hace de su país uno de los más limpios e intactos de Europa. Se le ha comparado a un gigantesco parque natural con ríos y lagos no contaminados por los residuos industriales.

Los mismos elogios que se pueden hacer del medio ambiente son atribuibles a la misma capital, Oslo, que conserva aún cierto aspecto provinciano, sin grandes rascacielos ni calles congestionadas por el tráfico.

No es de extrañar con lo antedicho que Noruega se haya convertido en los últimos años en uno de los destinos turísticos más apreciados de Europa. Pero en esto también la peculiar idiosincrasia de los nacionales, poco amigos de multitudes, se ha aliado con la no menos peculiar geografía del país para permitir encaminar a la gran mayoría de los invasores hacia ‘reservas’ bien determinadas.

Así, se ha creado la principal de esas reservas en el cabo Norte, plataforma muy adecuada que, contra lo que se cree, no es ni siquiera el punto más septentrional del continente europeo (a ése hay que llegar por una senda no señalizada por la que no caben ni las bicicletas), En Bergen las avalanchas no ocupan sino una parte de la ciudad, y, por otra parte, se han escogido unos fiordos bien determinados para facilitar su visita.

Pero es que fiordos (valles glaciares sumergidos con altas paredes verticales, perfil en forma de U, notable profundidad y numerosas cascadas que caen vertiginosamente sobre ellos) los hay de sobra. La línea costera, una de las más indentadas del mundo, mide 25.148 Km, y, sobre todo en el extremo norte, es a menudo difícil saber si nos hallamos en un fiordo, en un lago o en un brazo de mar. 

Está salpicada por unas 50.000 islas, siendo de destacar los archipiélagos contiguos de Lofoten y Vesteralen. Buena parte de tan accidentado litoral es recorrido por el Hurtigruten, la línea de vapores que, a lo largo de los doce meses del año, va costeando desde Bergen a la frontera rusa, y que ha adquirido un carácter mixto de servicio público interno y de turismo para aquéllos que consiguen obtener billete.

Sería un error atender sólo a la riqueza paisajística olvidando el patrimonio histórico artístico, que va desde el conjunto de museos de Bigdoy, en la ría de Oslo, a la catedral de Nidaros (Trondheim), pasando por la arquitectura modernista de la pequeña ciudad de Alesund y por el puerto y sector hanseático de Bergen.

Particular mención merecen las stavkirker de los siglos XI-XII, sólo existentes en el país. Quedan unas 26. No se trata simplemente de iglesias exclusivamente de madera, sino de templos de un estilo peculiar, influidos por el arte vikingo en la decoración y construidas a base de ‘stav’, largas tablas planas que les confieren una marcada verticalidad.

Si la costa es complicada, la estructura geográfica general es simple: la mayor parte de Noruega está constituida por montes (mayor altura, 2.469 m) y ásperas mesetas, con la única interrupción de pequeños valles. La fauna es abundante, la población, escasa, y las vías de comunicación también. Las llanuras son pequeñas y dispersas.

A lo largo de la costa el clima es relativamente templado, gracias a la corriente del Golfo, aunque las nevadas son frecuentes en todo el país. Naturalmente, el interior es más frío. Las lluvias se dan durante todo el año en la costa occidental, disminuyendo conforme se progresa hacia Finnmark, la región más septentrional.

A esos caracteres corresponden como vegetación los densos bosques de pinos y abetos que trepan hasta 900-1000 m de altitud, pero en Finnmark los árboles apenas superan los 600 m. Más allá de las zonas de coníferas se suceden los bosques de abedules y sauces, y, en las altitudes más elevadas, así como en el N, a partir de Tromso, la tundra de arbustos enanos y líquenes, dominio de los renos.

Señalemos, como final de este epítome geográfico, la importancia estratégica de la situación de Noruega en relación con las rutas marítimas y aéreas.

Comenzaremos nuestro resumen histórico con la llamada ‘Época vikinga’ (siglos VIII-X). Ya hemos hablado de ella en otras entradas. Recordemos ahora sólo que este periodo de expansión se debe a causas complejas y controvertidas: motivaciones políticas, aumento demográfico, mejoras introducidas en la técnica naval.

La zona de acción preferente de los vikingos noruegos fue la comprendida por las costas de Gran Bretaña e Irlanda (se formaron reinos en Dublín y en la isla de Man), así como la navegación hacia el O, llegando a Islandia (hacia 870), a las costas meridionales de Groenlandia (fines siglo X) e incluso a Vinland, que se suele identificar con la península de Labrador (hacia 1070).

Para el conocimiento de estos viajes resulta fundamental la barca-tumba real de Oseberg (museo de Vigdoy, Oslo), junto con los restos que contenía y que permiten conocer las costumbres, ritos funerarios y el arte de este pueblo. También procede citar el evocador museo vikingo situado al N, en las Lofoten.

En la misma época, la estructura política de Noruega se hallaba diversificada en diversos dominios. La evolución de los mismos es confusa y mucho más complicada que, por ejemplo, en Dinamarca. Se alternan una y otra vez intentos de unificación y episodios de fragmentación, intervenciones danesas y vuelta a comenzar. 


Nos limitaremos pues a señalar algunos hitos.

El primer intento de evangelización se da en 995, bajo Olaf I Triggveson. Pero el proceso no se consolidará sino a lo largo del siglo XII. Sverre, en 1184, fundará una dinastía que se mantuvo hasta 1319. En esta época, en 1278, se concedieron privilegios extraordinarios a los mercaderes hanseáticos, con lo que peligró la independencia económica de Noruega.

En 1319 recomienza un periodo de luchas, triunfando al fin, bajo Olaf V, la tendencia a la unidad escandinava. Ésta se plasma en la Unión de Kalmar de 1397.

Englobada en esa Unión, comenzó a declinar la autonomía de Noruega, cuya administración era monopolizada por funcionarios daneses. El monopolio cultural danés y la influencia de las ciudades hanseáticas alemanas fueron los vehículos del protestantismo, cuyo establecimiento, en favor de la nobleza danesa receptora de los dominios eclesiásticos, dio lugar a revueltas campesinas,

Suecia se separó de la Unión en 1523, pero el rey danés Cristián III reafirmó sus derechos sobre Noruega, considerada ya, no como reino autónomo, sino como provincia. En todo caso, se redujo el comercio con las ya decadentes ciudades hanseáticas, mientras se intensificaban las relaciones con Holanda e Inglaterra.

En conjunto, los reyes de Dinamarca se ocuparon poco o nada de Noruega, con la excepción de Cristián IV (1588-1648), que incrementó la explotación de los yacimientos de hierro y plata y suavizó la administración. Fue en este reinado, en 1624, cuando la vieja capital, Oslo, presa de un incendio, fue totalmente reconstruida, recibiendo el nombre de Cristianía, que conservaría hasta 1925, mucho después de la independencia.

El siglo XVIII fue para Noruega época de desarrollo. En las ciudades comerciales (Oslo, Bergen, Trondheim) se fue afirmando una burguesía urbana, mientras que en el campo la puesta en cultivo de tierras duramente ganadas a la naturaleza propició una clase rural fuerte. Todo lo cual preparó el nacionalismo de la centuria siguiente.

En 1807, el bloqueo naval británico contra Napoleón, aliado de Dinamarca, amenazó gravemente la economía noruega. El Tratado de Kiel (1814) puso fin a la dominación danesa, pero no devolvió la independencia a Noruega, cedida al heredero del trono de Suecia, Bernadotte.

Rechazando el Tratado, el incipiente movimiento nacionalista aclamó como rey a un príncipe danés, elaboró una Constitución y creó el Storting, o sea, un embrión de estado parlamentario. Tras una breve intervención militar, se llegó, en el mismo año 1814, a un sistema de unión personal con Suecia, respetándose la Constitución noruega del mismo año y la autonomía administrativa del país.

Unión personal
Los dos sellos que se adjuntan, de 1894, corresponden a este periodo de unión personal.

Noruega experimentó durante el XIX un progreso interno y una constante democratización política y social. En 1887 se creó el Partido Laborista y en 1898 se introdujo el sufragio universal masculino.

Sin embargo, el nacionalismo creciente no permitió un adecuado funcionamiento del sistema. Los noruegos, por ejemplo, no aceptaban la no participación en los asuntos internacionales; el choque final, en 1905, se debió a la negativa sueca de aceptar la creación de un sistema consular propio para Noruega. Suecia decidió esta vez no intervenir, lo que determinó la plenitud de la soberanía noruega. 

El Storting declaró disuelta la unión, que fue aprobada abrumadoramente por plebiscito en agosto. Se ofreció la corona al príncipe Carlos de Dinamarca, el cual reinaría con el nombre de Haakon VII hasta su muerte en 1957. Le sucedió su hijo Olaf V, que moriría en 1991, y a éste el actual rey Harald V.

El nuevo reino completó la realización del proceso democrático, al tiempo que crecía su desarrollo económico por el aprovechamiento de sus recursos hidráulicos.

Hasta nuestros días, con el intervalo de la Segunda Guerra Mundial, se han turnado en el poder los socialdemócratas (llamados Partido del Trabajo) y coaliciones de centro-derecha, con predominio temporal de los primeros. 

Actualmente, desde las últimas elecciones de septiembre de 2013, gobierna en minoría una de esas coaliciones.

La Constitución sigue siendo básicamente la de 1814, con varias enmiendas, la última en 2012. El Storting o Parlamento tiene 169 escaños, cubiertos por un sistema proporcional para un término de 4 años. Por cierto, ese Parlamento es quien designa a 5 personas que conceden anualmente el Premio Nobel de la Paz; prescindiremos de comentarios cáusticos sobre diferentes concesiones.


Noruega fue neutral durante la Primera Guerra Mundial, pero perdió mucho tonelaje naval. En la Segunda fue invadida por Alemania en abril de 1940, no sin muchas dudas por parte de Hitler y reticencias por parte de altos mandos navales y militares. Lo que decidió al Führer fue el temor, en absoluto infundado, de que fueran los británicos los que acabaran invadiendo el país, y, más concretamente, la intercepción el 17 de febrero por destructores británicos y en aguas noruegas, del transporte alemán ‘Altmark’.

La resistencia noruega fue activa, pero Alemania controló el país hasta el final de la guerra, dificultando el envío de material por parte anglosajona a sus aliados soviéticos por la ruta del Ártico.


Sellos de exilio
Muchos buques de carga noruegos que, en el momento de la invasión, se hallaban lejos del país, se pusieron al servicio de los aliados. Para sus tripulaciones se emitieron los llamados ‘sellos de exilio’, de los cuales adjuntamos dos ejemplos.

Por lo que se refiere a aspectos internacionales, Noruega se incorporó a la OTAN en 1949. Envió en su momento tropas a Afganistán. Por el contrario, se ha negado por referéndum en dos ocasiones (1972 y 1994) a solicitar el ingreso en la UE. Lo que ocurre es que colabora con ella a través del EEE (Espacio Económico Europeo), integrado por los países de la UE y los residuales de la antigua EFTA.

Noruega está habitada por un 94,4% de noruegos (incluyendo unos 60.000 samis); otros europeos, 3,6%.

La cuestión de la lengua es complicada. No existe un idioma noruego, sino dos, ambos con carácter oficial: el bokmal y el nynorsk. El bokmal es la lengua tradicional, más ligada al danés y a otras lenguas germánicas. El nynorsk es un idioma elaborado por los nacionalistas del XIX tomando como base diversos dialectos rurales.

Esta duplicidad es la causa de que, de un tiempo a esta parte, aparezca en los sellos la denominación ‘Norge’ (bokmal), ‘Noreg’ (nynorsk) o las dos.


Según una encuesta de 2005, un 86,3% usan el bokmal como lengua escrita y cotidiana; 7,5%, el nynorsk; 5.5%, ambas. El 92% de las publicaciones se escriben en bokmal. Lo antedicho se entiende prescindiendo de las numerosas variantes dialectales de uno y otro.

El sami por su parte, del grupo ugrofinés y con lejanas afinidades con el finés y el estonio, tiene carácter semioficial en 9 municipios, naturalmente del Norte. Digamos como inciso que Noruega cuenta con una amplia mayoría de los aproximadamente 82.000 samis distribuidos entre los tres países de la península escandinava y extremo NO de Rusia, y es en Finnmark donde cuentan con sus dos principales centros culturales, Kautokeino y Karasjok, muy alejados de las rutas turísticas.

La religión también cuenta con particularidades, a saber, que no es completa la separación entre Iglesia y Estado, pues el rey es la cabeza de la Iglesia de Noruega, y quien nominalmente designa a los clérigos. Esta iglesia, de credo luterano, es oficial y agrupa al 82.1% de la población, aunque el índice de práctica religiosa es bajo. Otros protestantes, 3,9%; católicos, 1,8%; musulmanes, 2.3%.

La población urbana es el 79,4%. Noruega no es ciertamente un país joven: la media de edad es de 39 años; la edad media materna al tiempo del primer nacimiento, 28,5 años; la tasa de fertilidad, 1,86. La esperanza de vida se eleva a 81,6 años, una de las más altas del mundo.

Los gastos en educación suponen el 6,9% del PIB; no hay analfabetismo.


El país disfruta de una próspera economía mixta, coexistiendo un vivaz sector privado con un amplio sector público, y contando con un extenso sistema de Seguridad Social. El Gobierno controla áreas clave, tales como el vital sector petrolífero, por medio de una extensa regulación y de empresas con muy amplia mayoría de capital estatal.

Entre sus recursos naturales aparecen el petróleo y gas, la energía hidroeléctrica, la pesca, los recursos forestales y diversos yacimientos minerales.

No se puede subestimar la importancia que tuvo a fines de los 60 el comienzo de la extracción de crudos. A lo largo de estas páginas hemos señalado los progresos en varios sectores a lo largo de los siglos, pero eso no nos debe hacer olvidar que, a mediados del siglo XX, Noruega era el más pobre de los países escandinavos, y en el siglo XIX era muy pobre. 

La emigración a EE.UU. fue numerosa, en el museo de Bergen se pueden ver muestras de panes campesinos amasados con una mezcla de harina de centeno y serrín de madera, y las diminutas granjas colgadas en pequeños rellanos de las paredes de altos fiordos, cortan la respiración; hoy están vacías y son cuidadosamente conservadas por el Estado como patrimonio histórico, pero eso es otra cuestión.

Los crudos también trajeron problemas, como el desplazamiento de mano de obra al sector en busca de salarios más elevados, lo que repercutió en el encarecimiento de la mano de obra en general y en un nivel general de precios más altos. Hoy Noruega es, con Suiza, el país más caro para el visitante, aunque la inflación interanual no sea elevada.

Pero en todo caso el sector petrolífero supone actualmente la mayor parte de las exportaciones y un 30% de los ingresos gubernamentales. A nivel internacional, es el 3º país exportador de gas y el 7º de petróleo. No forma parte de la OPEP.

El rasgo original es que, previendo un inevitable agotamiento en el futuro, ahorra los ingresos estatales por percepción de crudos invirtiéndolos en un llamado ‘Fondo Nacional Soberano’, calculado en enero de 2014 en unos 880 miles de millones de dólares; se utilizan los réditos del fondo para ayudar a financiar gastos públicos.

Precisamente el tema político más discutido en la Noruega de hoy es si se puede utilizar algo del Fondo para mejorar infraestructuras, como opinan las derechas, o si se debe mantener íntegro para generaciones futuras, como sostienen las izquierdas.

Noruega se ha podido permitir el lujo de no apreciar apenas la crisis mundial. Tras un sólido crecimiento en 2000-2007, la economía bajó algo en 2008 y llegó a contraerse en 2009, pero ha vuelto a crecer en 2010-2013. Por supuesto, el superávit presupuestario está asegurado.

Otros sectores importantes son los astilleros, papel y demás derivados forestales, y la pesca.

Esta última, como actividad característica y tradicional, merece una mención especial, aunque haya perdido peso respecto a otras. El hecho de que a lo largo de las costas noruegas se mezclen corrientes templadas y frías, enriqueciendo las aguas en oxígeno y en plancton, es altamente positivo. Las zonas más favorecidas son las comprendidas entre los 67º y 69º de latitud, en torno a las islas Lofoten,

Noruega obtiene de sus aguas territoriales aproximadamente el 95% de sus necesidades pesqueras; en gran parte la pesca se practica desde bases individuales y con pequeñas embarcaciones. El sector está protegido por el Estado, que mantiene los precios y otorga subvenciones para adquisición de materiales y aparejos. El Instituto Nacional de Pesca de Bergen promueve los conocimientos científicos necesarios y controla las migraciones.

Otra historia diferente es la de la pesca de cetáceos. Noruega, pese a su adhesión inicial a los acuerdos internacionales que limitan las capturas, ha decidido después hacer caso omiso de los mismos, al menos parcialmente, con lo que se ha convertido en una de las bestias negras de los ecologistas.

En relación con los datos económicos, señalemos finalmente que el 91,7% de la energía proviene de centrales hidráulicas, y el 1,9% de otras fuentes renovables. Por otro lado, la flota mercante sigue siendo digna de mención: 585 buques (19º del mundo).

Quizá por su experiencia de la Segunda Guerra Mundial, es un país muy atento a su defensa. No sólo mantiene el servicio militar obligatorio, con duración de 1 año, sino que éste es seguido por 4-5 periodos de puesta al día, los cuales suponen un total de 18 meses.

Como colofón a esta entrada aludiremos a dos territorios árticos de soberanía noruega.

La isla de Jan Mayen es una pequeña isla volcánica de 377 Km2 situada al N de Islandia entre Groenlandia y Noruega. No posee recursos explotables. Su actividad se limita a proveer servicios a los empleados de las estaciones de radio y meteorológicas ubicadas en la isla. Se trata de 18 personas en total. Carece de puertos o muelles, contando con una pista aérea sin pavimentar.

El archipiélago Svalbard (a veces llamado Spitzberg por el nombre de la isla mayor) es un grupo de islas que forman la parte más septentrional de Noruega, abarcando desde los 74º a 81º N; sólo tres están habitadas. Cubren en total 62.050 Km2. Un Tratado de 1920 reconoce la soberanía noruega.

Descubiertas por el holandés Barents en 1596, sirvieron como base ballenera y como base operativa de muchas expediciones árticas. Como dato curioso, el destacamento alemán que las ocupaba fue el último en rendirse en 1945, meses después de firmada la capitulación.

Allí se inauguró en 2008 el Banco Internacional de Semillas de Svalbard, financiado por Noruega, Monsanto, el banco Rockefeller y Microsoft. Consiste en una bóveda que preserva millones de semillas de los principales cultivos, ante ataques, cambio climático, etc. El envío fue realizado desde más de 100 países y el resguardo es totalmente gratuito.

Noruega se comprometió en 1920 a reconocer plenamente el derecho de ciudadanos de otros países a explotar los recursos naturales; todavía queda hoy un asentamiento ruso para la explotación de una mina de carbón.

El 60º está cubierto por glaciares y extensiones nevadas. Sin embargo, la corriente procedente del Atlántico Norte atempera el clima ártico manteniendo habitualmente las aguas limpias y navegables. La oscuridad perpetua dura desde el 26 de octubre hasta el 15 de febrero. No existen carreteras.

Las islas se utilizan como zona de cría para diferentes aves. Constituyen el lugar de mayor concentración de osos polares, lo que atrae hasta allí a algunos esforzados turistas, si bien está prescrito que, dada la citada abundancia de osos, no pueden alejarse de las zonas de seguridad sin ir armados o acompañados de alguien que lo vaya.

En 2007 y dejando aparte rusos, había un total de 806 habitantes censados, la mayor parte ocupados en el sector minero.