sábado, 3 de agosto de 2013

SUIZA


SUIZA         Europa Central


Suiza, oficialmente denominada Confederación Helvética, es un pequeño país sin salida al mar, situado en Europa Central. Se constituye como una república federal de 26 estados, llamados cantones, con Berna como principal sede política, mientras que Zürich, Basilea, Ginebra y Lugano son sus centros financieros.


Limita al N con Alemania, al O con Francia, al S con Italia y al E con Liechtenstein y Austria. Se caracteriza por una política exterior neutral, sin haber participado en ningún conflicto externo desde 1815, y es sede de diversas organizaciones internacionales, incluyendo la Cruz Roja, la OMC, la OMS, la UIT y la UPU, estando sita en su territorio la segunda sede de la ONU. También lo es del COI, aparte de la FIFA y la UEFA.

No es miembro de la UE, aunque sí del espacio Schengen. Cuenta con 4 idiomas nacionales, 3 de ellos oficiales a todos los efectos. Tradicionalmente se liga su nacimiento (de su núcleo inicial, se entiende) al 1 de agosto de 1291, aunque su reconocimiento formal por la comunidad internacional data de la Paz de Westfalia de 1648.

Es uno de los países más ricos y desarrollados del mundo, y también de los más impresionantes en cuanto a bellezas naturales. Las antipatías debidas a la envidia son poca cosa en comparación con la admiración que suscita su orden, limpieza, calidad de sus productos y convivencia ejemplar entre sus tres comunidades: alemana, francesa e italiana.

Por otra parte, allí nacería, en la segunda mitad del XIX, el turismo y la hostelería en su forma moderna, aunque no, naturalmente, en la versión de masas hoy dominante por doquier.

Los suizos, en general, carecen de la extroversión característica de los bávaros, sus vecinos septentrionales. Son más serios y distantes, pero perfectamente asequibles y amables en caso de necesidad, además de carentes de la arrogancia que hace tan odiosos a otros pueblos.



Capital: Berna
Ciudad más poblada: Zürich
Forma de gobierno: Rca.federal parlamentaria con democracia directa
Superficie: 41.290 Km2 (135º)
Población: 7.996.026 hab (95º)    Densidad: 194 hab/Km2
PIB/cápita: 46.200 $ (16º)
Miembro de: OCDE, OSCE, COE


Los helvecios, una etnia céltica (de donde procedería el topónimo Helvetia mucho más tarde, en el siglo XIX) fueron incorporados al Imperio Romano en la segunda mitad del siglo I a.C.

En la Alta Edad Media se establecieron pueblos germánicos, burgundios y alamanes, en la región, la cual giraría durante varios siglos en torno al reino franco y al Imperio carolingio, hasta que fue incorporada por el Sacro Imperio Romano Germánico en el siglo XI.


En el XIII, la meseta se repartía entre varias casas nobiliarias, como los Saboya, los Zähringer y los Habsburgo; algunas regiones montañosas fueron anexionadas para asegurar el control de los pasos de montaña. A partir de 1273, los Habsburgo trataron de extender sus territorios hacia el oeste; es en esa época donde se sitúa la conocida leyenda de Guillermo Tell, de muy dudoso fundamento histórico.

La llamada Antigua Confederación Suiza fue una alianza formalizada por las comunidades campesinas de los valles centrales de los Alpes. En 1291, en el legendario prado de Rütli, sito junto al lago de los Cuatro Cantones, uno de las zonas más bellas de Suiza, se firmó una Carta Federal por las comunidades de Schwyz, Uri y Unterwalden, la cual carta ha llegado hasta nosotros, si bien es posible que otras alianzas ya hubiesen existido con anterioridad.

En 1353 se unieron los cantones de Glaris y Zug, y las ciudades-estado de Lucerna, Zürich y Berna, formando la Confederación de Ocho Estados que existió hasta finales del XV. En 1499 la victoria sobre la Liga Suaba (Sur de Alemania) y la casa de Habsburgo dio como resultado una independencia de facto respecto al Sacro Imperio.

La Antigua Confederación había adquirido notable reputación como vivero de soldados mercenarios invencibles, que sufrió un duro revés en 1515, con la derrota en Marignano frente a los franceses de los suizos al servicio del Duque de Milán. Murieron unos 12.000.

El éxito de la Reforma de Zuinglio (con algunas diferencias menores respecto a la de Lutero) en varios cantones entre 1529 y 1531, llevó a guerras internas. En ese mismo siglo triunfó la doctrina de Calvino en Ginebra, ciudad que todavía tardaría mucho en incorporarse a la Confederación.

Como ya quedó indicado, en 1648 los enviados suizos consiguieron que las potencias firmantes de la Paz de Westfalia reconocieran formalmente la independencia de Suiza con respecto al Sacro Imperio y su neutralidad en las guerras.

En el XVII el autoritarismo de algunas familias gobernantes combinado con las consecuencias económicas de la Guerra de los Treinta Años, condujo a guerras campesinas, sin faltar nuevos enfrentamientos entre católicos y protestantes entre 1656 y 1712.

Durante el periodo revolucionario y napoleónico, la invasión francesa, entre 1798 y 1815, dio lugar al intento de creación de un estado satélite, sin la menor cooperación de los suizos, que vieron siempre a los franceses como un ejército opresor y se negaron a combatir a su lado.

El Congreso de Viena, en 1815, restableció la independencia y reconoció la permanente neutralidad del país. Creció asimismo la extensión de éste, al incorporarse los cantones de Valais, Neuchâtel y Ginebra. Los límites de Suiza no han cambiado desde entonces. Berna fue elegida como capital en 1848.

Antes, en 1847, estalló una última guerra civil, cuando algunos de los cantones católicos trataron de establecer una alianza entre ellos. La guerra duró menos de un mes, y el número de víctimas fue inferior a 100, pero funcionó como una especie de vacuna: los suizos de todos los estratos sociales, fuesen católicos, protestantes, liberales o conservadores se percataron de que progresarían más fusionando sus intereses.

En consecuencia, promulgaron una Constitución más moderna, partiendo de un diseño federal que dejaba a los cantones el derecho a autogobernarse y a resolver cuestiones locales. La Asamblea se dividió en una cámara alta (con 2 representantes por cada cantón) y una baja con representantes electos de todo el país. Se prohibió todo cambio en la Constitución sin referéndum.

Fue implantado un sistema único de pesos y medidas, y en 1850 el franco suizo se convirtió en la única moneda oficial. La Constitución prohibió también el servicio militar de suizos en el extranjero, pero hizo una excepción con los Estados Pontificios (origen de la actual Guardia Suiza vaticana). La última vez que los suizos combatieron fue en 1860, en el sitio de Gaeta y frente al ejército piamontés, por ser el rey de Nápoles Francisco II aliado y protegido del Papa.

La Constitución preveía poder ser, no sólo modificada, sino totalmente reescrita, siempre con referéndum. Así se hizo a consecuencia de la Revolución Industrial y de nuevo en 1891, que fue cuando se estableció el sistema de democracia directa, del que luego hablaremos, y que continúa siendo único hasta el día de hoy.

Suiza no fue invadida en ninguna de las dos Guerras Mundiales. En ambas se decretó la movilización, por si acaso, y el Gobierno aprovechó la ocasión para trasladar a los movilizados a zonas distantes de su lugar de residencia, para que fraternizaran con gentes de cultura diferente y aumentara así la cohesión nacional. Lenin estuvo refugiado en Suiza hasta 1917. En 1920 la Confederación se unió a la Sociedad de Naciones, que precisamente tuvo su sede en Ginebra, con la reserva de quedar exenta de todo requerimiento militar.

Durante la Segunda, las presiones por parte de ambos bandos fueron más fuertes. Hubo algunos incidentes: en mayo- junio de 1940 fueron derribados 11 aviones de la Luftwaffe por penetrar en el espacio aéreo helvético. Los americanos por su parte bombardearon en 1944- 45 (se supone que siempre por error) las ciudades de Schaffhausen (40 muertos), Stein am Rhein, Vals, Raiz (18 muertos), Basilea y Zürich, caso este último que, si se echa una ojeada al mapa, revela bastante mala puntería.

Suiza fue una importante base de espionaje para los dos bandos, y a menudo actuó como mediadora en las comunicaciones entre ellos. La Cruz Roja Internacional, con sede en Ginebra, jugó un papel muy importante.

El país recibió más de 300.000 refugiados, de los que 104.000 eran tropas extranjeras acogidas conforme a las Convenciones de La Haya. El número de refugiados judíos fue de 27.000.

En 1959 las mujeres recibieron el derecho a votar en algunos cantones, y pudieron hacerlo en toda Suiza por ley federal en 1971. A finales de la década de los 70, una parte (francófona) del extenso cantón de Berna fue segregada para formar un nuevo cantón, el de Jura.


En 2002 la Confederación se decidió por fin a solicitar el ingreso en la ONU. Sin embargo, a pesar de los guiños de la UE, se ha negado, al menos hasta el momento, a integrarse en ella. Varios referéndums al respecto han dado resultado negativo.

Los habitantes de las ciudades mayores se muestran proclives a la integración, pero ha predominado el temor a tener que prescindir de las generosas subvenciones a la agricultura, lo que provocaría la despoblación desastrosa de muchas zonas de montaña, dejando Suiza de ser lo que siempre ha sido. Ello no obsta a que, en 2005, un 55% de helvéticos accedieran a unirse al Tratado de Schengen.

Una nueva versión de la Constitución fue adoptada en 1999, pero no aportó cambios notables a la estructura federal diseñada por el texto primigenio de 1848.

Ya sabemos que el poder legislativo se compone de dos cámaras: el Consejo de los Estados, con 2 representantes por cantón (precisemos ahora que algunos cantones están divididos en dos hemicantones, cada uno de ellos aportando su representante), y el Consejo Nacional con 200 miembros elegidos teniendo en cuenta la población de cada cantón. Ambas cámaras reunidas constituyen la Asamblea Federal. El mandato es de 4 años.

La Asamblea elige también por 6 años a los miembros del Tribunal Supremo Federal.

El poder ejecutivo está encarnado por el Consejo Federal. Nombrado también por la Asamblea, se compone de 7 miembros con un mandato de 4 años. Su Presidente es elegido asimismo por la Asamblea de entre los siete miembros, pero, aparte de su papel representativo, no es más que un ‘primus inter pares’ que sigue al frente de su propio departamento. Rota cada año.

Los principales partidos son el social demócrata, el liberal demócrata y los democristianos.

Todo lo dicho hasta ahora no deja de ser más que una radiografía. Para comprender la originalidad del sistema suizo hay que tener en cuenta dos factores.

Por una parte, la llamada ‘democracia directa’, a la que ya se aludió. Por medio de un referéndum un grupo de ciudadanos puede tratar de impedir la implantación de una ley ya aprobada por el Parlamento, si puede conseguir más de 50.000 firmas  en un plazo de 100 días. Si lo consigue, el referéndum, por mayoría simple, decide la cuestión. Ocho cantones unidos pueden también promover un referéndum para la aprobación de una ley federal.

De manera similar, los ciudadanos pueden solicitar que una enmienda constitucional sea puesta a votación si consiguen reunir 100.000 firmas en el plazo de 18 meses. Por lo demás, las enmiendas constitucionales, sean de iniciativa parlamentaria o popular, han de ser aceptadas sólo si hay una mayoría doble, del voto nacional y del cantonal.

Añádase a lo antedicho la Landsgemeinde (Asamblea Cantonal), sistema de participación directa en asambleas populares practicado tradicionalmente en cantones pequeños e incluso adoptado de forma institucional en Appenzell- Rodas Interiores y en Glaris.

El segundo factor que posibilita la buena marcha del sistema es la falta de ansias de protagonismo y de promoción personal de los miembros de la clase política, lo cual presupone, por supuesto, integridad y honradez, y también un número limitado. Recuérdese el dicho ‘Cuanto más grande es la pajarera, más pájaros caben’ y considérese a continuación que un solo edificio de Berna basta para albergar las dos cámaras y todos los departamentos.


La población de los cantones  varía entre los 15.000 habitantes del hemicantón  de Appenzell – Rodas Interiores y los 1,2 millones del cantón de Zürich. Su área entre los 37 Km2 del hemicantón Basilea – Ciudad y los 7.100 Km2 de los Grisones.

Otra peculiaridad del país la constituyen sus Fuerzas Armadas. Los soldados profesionales suponen el 5% del personal militar. El resto son ciudadanos alistados entre 20 y 34 años de edad. Los soldados deben mantener en casa su equipo, incluyendo las armas personales.

Desde los 19 años, el servicio militar es obligatorio para todos los varones; las mujeres pueden servir voluntariamente. Cerca de los 2/3 de los llamados son declarados aptos, debiendo pagar los descartados un impuesto especial sustitutorio. Existen cursos anuales de entrenamiento durante varias semanas que abarcan a cerca de 20.000 personas al año.

Una reforma adoptada en 2009 por voto popular ha reducido el número de efectivos de 400.000 a 200.000; de éstos, 120.000 son soldados activos y 80.000, reservistas.


Suiza se divide geográficamente en tres áreas: los Alpes suizos en el Sur, la Meseta en el Centro y las montañas de Jura al NO.

El sector suizo de los Alpes corre a través del centro y sur del país, ocupando cerca del 60% de la superficie total. Entre los picos (el más alto es el Dufour, con 4.634 m) se encuentran múltiples valles, con cascadas y glaciares. Éstos conforman la cabecera de algunos de los más importantes ríos de Europa, como el Rin y el Ródano. Otros corren por el territorio y desembocan en algunos de los grandes lagos con que Suiza cuenta: el Lemán (compartido con Francia), el de Constanza o Bodensee (compartido con Alemania y Austria), el de Neuchâtel, el de Zürich y el de Cuatro Cantones.

Entre las montañas más famosas se cuentan el Matterhorn o Cervino (4.478 m), fronterizo con Italia, los Alpes Berneses (con los macizos de la Jungfrau y el Eiger y varios de los valles más pintorescos), y los montes y valles de la Engadina, al SE, con el Piz Bernina (4.041 m) como el más elevado de la zona.

La Meseta o Mitelland es la parte más poblada, ocupando cerca del 30% de la superficie. Cuenta con amplios valles con colinas, bosques y pastizales. Allí se ubican las mayores ciudades.

El macizo del Jura es compartido con Francia y Alemania, extendiéndose en dirección SO-NE. Sirve de divisoria de aguas entre Rin y Ródano, resultando mucho menos atractivo que los Alpes. El sector suizo se industrializó desde el s.XVIII, especialmente con base en la industria relojera; esto explica que existan ciudades relativamente grandes a alturas notables, pero su población sufre un proceso de regresión desde los años 60.

El clima de Suiza es en general templado, pero con grandes variantes, desde las condiciones glaciares de las cimas a un clima casi mediterráneo en el Sur. Las zonas con menos precipitaciones son la Engadina y, sobre todo, el Valais, donde se cultivan viñedos, igual que en Vaud.

Como inciso, diremos que es muy poco conocida la calidad del vino suizo, fabricado con todo mimo. Lo que ocurre es que, dada la alta cotización de la divisa del país, resulta inexportable; y así los suizos se beben la cosecha alegremente y preparan la siguiente.

Suiza cuenta con una de las economías de mercado más estables, poderosas y modernas del mundo. El índice de paridad del poder adquisitivo (PPA) se encuentra entre los 15 mayores.

Es la sede de algunas de las corporaciones multinacionales más potentes del planeta. Las actividades más importantes son la industria química, la farmacéutica, la fabricación de instrumentos musicales y de medición, los servicios financieros y el turismo. 

Las principales exportaciones son los productos químicos (34%), la maquinaria electrónica (20,9%) y los instrumentos de precisión y relojes (16,9%). Los servicios exportados suponen 1/3 del valor de los bienes objeto de exportación.

El índice de desempleo se mantiene bajo (3,4% en abril 2009). El país cuenta con un nivel de impuestos bajos, una de las tasas más bajas de entre las naciones desarrolladas. Entre 1990 y 2000 se llevaron a cabo una serie de reformas para adaptarse al modelo de la UE.

En todo caso, el proteccionismo agrícola, debido a las razones ya comentadas, es una excepción a la política de libre comercio, contribuyendo al alza de precios de los alimentos, pero, en general, las barreras entre Suiza y la UE son mínimas.

Durante décadas Suiza ha sido acerbamente criticada por el rigor de su secreto bancario y presentada poco menos que como refugio de infractores. Hoy día, acuerdos con la UE hacen que ese secreto se haya atenuado considerablemente, al admitirse requerimientos judiciales extranjeros, pero además, en un mundo como el actual, plagado de nidos de banca ‘off shore’, la mayor parte bajo el mismo pabellón, la posición suiza, en términos comparativos, casi llega a ser tan inocente como una monja de clausura.

La electricidad proviene en un 56% de centrales hidroeléctricas, correspondiendo un 34% a centrales nucleares y un 5% a térmicas convencionales. En 2003 fueron rechazadas por referéndum dos iniciativas antinucleares.

Las comunicaciones son excelentes. Suiza es uno de los países con mayor kilometraje de autopistas con relación a su tamaño, pero contribuye a su financiación una tasa anual fija de pago para su uso que se ha de abonar en su totalidad tanto si se van a utilizar 1 como 365 días, lo que resulta gravoso para los visitantes.

La red ferroviaria tiene justa fama, adaptándose bien a los intereses turísticos, y comprende en los Grisones 366 Km de vía estrecha que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad. La apertura de túneles a través de los Alpes ha reducido la duración de los viajes.

Suiza es muy activa en cuanto al reciclaje (del 66% al 95%, según materiales) y en lo relativo a las regulaciones anticontaminantes. En muchos lugares la recogida de basuras no es gratuita, sino que se ha de hacer en bolsas especiales por las que se paga; la vigilancia al respecto es severa, y las multas, cuantiosas.

La educación corresponde en gran medida a los cantones, pero se pueden citar algunos rasgos generales. Existen centros públicos y privados, incluidos muchos colegios de renombre internacional. Acabada la escuela primaria, los alumnos son clasificados en varios grupos (a menudo tres) de acuerdo con sus capacidades intelectuales. Los que aprenden más rápidamente son inscritos en clases avanzadas para el bachillerato y para estudios más específicos. Aquéllos que asimilan con mayor lentitud reciben una educación más adecuada a sus necesidades.

Tradicionalmente, la primera lengua extranjera que se enseñaba era alguno de los otros idiomas nacionales, pero la preferencia ha ido derivando hacia el inglés.

Existen 12 universidades, diez de ellas a nivel cantonal. Las dos administradas por el Gobierno Federal gozan de reputación internacional, sobre todo la ETH de Zürich, donde estudió Einstein. Además, en Ginebra está ubicado el CERN, centro para la investigación de la Física de partículas, con el acelerador mayor del mundo.

En total, hay 113 ganadores del Premio Nobel que tienen alguna conexión con Suiza, y el Nobel de la Paz ha sido entregado 9 veces a organizaciones con sede en el país.

Los grupos étnicos que conforman la población serían: alemanes, 65%; franceses, 18%; italianos, 10%; reto- románicos, 1%; otros, 6%. Ahora bien, dada la dificultad de adquirir la nacionalidad suiza, hay un importante número de residentes no nacionales, el 60% de los cuales proviene de la UE, destacando los italianos (17%) y los alemanes (13,2%).


La cuestión idiomática es complicada. Existen 3 idiomas oficiales: alemán, italiano y francés, y un cuarto idioma nacional pero no propiamente oficial (salvo en casos muy determinados): el reto- románico, llamado a veces romanche.

Cada cantón tiene su lengua oficial propia, una de las tres, pero los hay bilingües, germano-franceses: Soleure/Solothern y Valais/Wallis. 

Puede haber zonas con lengua predominante distinta de la oficial del cantón; así, en dos zonas de Grisones lo que se habla es italiano.

Además, en Suiza, cuando se habla de ‘alemán’ rara vez se alude al alemán standard o Hochdeutsch, usado sólo en las publicaciones y en la enseñanza; lo empleado en la vida diaria, e incluso en radio y televisión, es una forma dialectal.

Mención especial, por su curiosidad, merece el reto- románico, interesante fósil derivado del latín y conservado en zonas del cantón de Grisones, pero hoy en peligro de desaparición. De hecho, una de sus dos variantes, el sursilvano de las proximidades del nacimiento del Rin, se puede dar por muerto; la otra, el ladino, aún se habla en puntos de la Engadina, como Zernez y Zuoz. En cualquier caso, ha dejado fuertes huellas en la toponimia: Piz Bernina, Sankt Moriz, etcétera.

Teóricamente, según las normas educativas, todo suizo debería conocer al menos dos lenguas oficiales. Nada más lejos de la realidad. Más aún, como el lenguaje forma parte, con otros elementos, de la cultura, a veces el viajero experimenta, al pasar de un cantón a otro, la sensación de haber cambiado de país; esto ocurre incluso al pasar de la mitad ‘francesa’ a la mitad ‘alemana’ del mismo cantón de Valais.

La Confederación como tal no tiene ninguna religión oficial. Los cantones, excepto Ginebra y Neuchâtel, sí. Los hay católicos y los hay protestantes; ya en 1591 se dividió el cantón de Appenzell en dos hemicantones, uno para unos y otro para otros.

Según estadísticas recientes, a nivel nacional la distribución sería: católicos, 41,8%; protestantes, 35,3%; ortodoxos, 1,8%; otros cristianos, 0,4%; musulmanes, 4,3%; otras religiones, 1%; ninguna o sin especificar, 15,4%.

En 1980 se rechazó por referéndum una iniciativa para separar totalmente la iglesia del estado, con sólo un 21,1% a favor de la propuesta.


Suiza es una nación más bien vieja, con una edad media de 41,8 años. La tasa de fertilidad es de 1,53 hijos/mujer. No es de extrañar que la tasa de crecimiento anual sea del 0,85%.

Es un país con un sistema de seguridad social, que alcanza a todo el mundo, eficiente pero caro. Aparece en el 13º puesto mundial en gasto sanitario: 11,5 del PIB. La esperanza de vida es de 82,3 años.

Entre 2/3 y ¾ de la población vive en zonas urbanas. Suiza pasó de ser un país rural a uno urbanizado en sólo 70 años. Con otras palabras, desde 1935 el desarrollo urbano ocupó gran parte del paisaje suizo desocupado los últimos  2.000 años. El tamaño de las grandes áreas metropolitanas (Zürich, Ginebra-Lausana, Basilea y Berna) tiende a incrementarse, pero el fenómeno afecta también al Jura y a los Alpes, y continúan aumentando las concesiones para uso de la tierra.

Desde el punto de vista filatélico, digamos que, como era de esperar, los primeros sellos fueron locales y cantonales: 1843, Ginebra y Zürich; 1845, Basilea. Todos ellos son rarísimos y carísimos.

Los correos federales emitieron por primera vez en 1850. Para resolver el problema idiomático, se utilizó, y se sigue utilizando, el término latino ‘Helvetia’; también, a veces, aparece ‘Confederatio Helvetica’. Por la misma razón, se reducen lo más posible las leyendas, empleando para ellas el latín de nuevo, los tres idiomas oficiales o, en último caso, el más relacionado con el evento que se conmemora.

Las autoridades postales suizas son poco dadas a lo espectacular y llamativo, predominando lo sencillo y bien diseñado.

Una particularidad del servicio postal suizo es que, desde hace algunos años, emite sellos oficiales para su uso por determinadas entidades con sede en el país, de lo que se pueden ver varios ejemplos a continuación.                           
  
Comité Olímpico Internacional
  
Unión Internacional de Telecomunicaciones
  
Unión Postal Universal