martes, 17 de mayo de 2011

CLASES DE SELLOS SEGÚN SU FUNCIÓN



Correo ordinario. Son los sellos normales y corrientes, con valor que indica la tasa pagada por el remitente. 


No tienen un espacio de tiempo preestablecido para su validez, pueden ser emitidos repetidas veces, quedan fuera de curso cuando se agotan totalmente los stocks, y pueden ser suprimidos por cambios históricos o políticos. Durante los primeros decenios el tema de los sellos de correo era, bien la efigie del soberano, bien un motivo alegórico, heráldico o incluso meramente decorativo.


Más tarde, surgieron los conmemorativos, que pretendían conmemorar un acontecimiento, nacional o no, de cualquier índole. Como es lógico, estos sellos no se reemiten una y otra vez. Se discute cuál fue el primer ejemplar o serie de tal carácter, pero, aunque quizá no sea exacto, es corriente atribuir la primacía a la serie estadounidense de 16 valores que conmemoró en 1893 el 4º centenario del descubrimiento de América, y por su calidad la merece. 

También son dignas de mención las excelentes series conmemorativas portuguesas de 1894, 1895 y 1898. España emitió su primera serie de este tipo en 1905 (3º centenario de la publicación del Quijote).

Actualmente los sellos conmemorativos de hechos o personajes son los más numerosos y apreciados. 


También son hoy muy frecuentes los que muestran paisajes.


O bien monumentos histórico-artísticos del país (y a menudo de otros países).


O los dedicados a un determinado tema, cabiendo una gran diversidad de temas posibles, cada uno con sus propios aficionados.

No pueden faltar los consagrados a defender una causa política.


Por otra parte, dentro siempre del correo ordinario y tal vez como consecuencia del auge del coleccionismo ligado a un determinado tema, es bastante frecuente que diversos países emitan cada año uno o varios sellos de una misma temática, como formando una serie que se prolonga a través de los años.


Finalmente mencionaremos que, en la época ya pasada de los grandes imperios coloniales, no era raro que la potencia emitiera un mismo sello o serie para sus diversas colonias o territorios, variando la denominación y la moneda. Como ejemplo incluimos muestras de la serie emitida en 1938 para el imperio colonial portugués.



También de la británica que conmemoró en 1937 la boda del rey Jorge VI.



Correo aéreo. La elección de enviar una carta por avión, con la mayor rapidez que eso supone, se puede indicar por una etiqueta especial o por el tipo de sobre; pero también existen sellos especiales disponibles.

El avión se utilizó por primera vez para estos fines en 1911, durante una exposición internacional en la India, transportándose del orden de 15 Kg. de correo, o sea unas 6000 cartas. Se consideran los primeros sellos de correo aéreo los dos emitidos en 1917 en Italia conmemorando pruebas de este nuevo tipo de transporte en los trayectos Turín-Roma y Nápoles-Palermo. 

La primera línea regular data de agosto de 1918, con trayecto París- Le Mans- St. Nazaire, permitiendo una ganancia de tiempo de cinco horas con relación al transporte ferroviario. Pero es después del armisticio de 1918 cuando se multiplican los enlaces regulares (también con dirigibles). Los distintos países emitirán sellos con la mención  “correo aéreo” y temas generalmente ligados al tema de la aviación. España comenzará a hacerlo en 1920. 

La afición de los diferentes países a este tipo de sellos especiales, cuyo valor facial es más elevado que el de los ordinarios, varía casi del cero al infinito. En una mayoría de casos tienen como tema aviones o cualquier objeto (e incluso animal) que vuele; pero hay muchas excepciones. Incluso algunos estados (por ejemplo, Venezuela) utilizan repetidamente los mismos dibujos para los sellos de correo ordinario y aéreo. 

En cualquier caso empero la evolución de los transportes obliga actualmente a que la mayor parte de las expediciones postales para un destino lejano pase por una vía aérea; ya no existen buques transatlánticos de línea regular. Los sellos de correo aéreo, cuando existen, son hoy a menudo simples sellos con fuertes valores faciales para constituir franqueos elevados (por ejemplo, de paquetes) no forzosamente ligados a una expedición aérea.


Sellos tasa. Son los que materializan la tasa debida por un franqueo insuficiente. Las administraciones postales pronto hubieron de prever el supuesto de cartas insuficientemente franqueadas, estableciendo una tasa, representada por este tipo de sellos, a pagar por el destinatario, volviendo así, en tales casos, al sistema previo a la creación del sello de correos.

Las tasas debían ser disuasorias: la mayor parte de los países han escogido el doble del franqueo no pagado. Al servir sólo para el servicio interior, no tienen por qué llevar necesariamente el nombre del país. Como se emiten en gran cantidad, son por lo general más baratos nuevos que usados y se les puede considerar, en cierto modo, el patito feo de las colecciones.

Los más antiguos son los italianos de 1863. Algunas administraciones, como la española, no los utilizan, prefiriendo usar en su lugar un sistema de tampón y rúbrica. 


 
Correo urgente. Son sellos que implican un franqueo suplementario. Ese sobreprecio supone, tanto para el correo normal como para el aéreo y el certificado, una entrega más rápida, antes de la distribución normal. El más antiguo es de Estados Unidos (1885). El primer español data de 1905.


Impresos y periódicos. Fueron muy comunes entre 1850 y 1870. Hoy no se emiten, empleándose los sellos ordinarios. Los más antiguos corresponden al reino de Nápoles (1860), y servían para el franqueo de impresos y periódicos distribuidos con abono especial, esto es, con tarifa reducida.



Sellos para paquetes postales. Únicamente emitidos en algunos países.  La primera serie es italiana de 1884.


Servicio oficial. Son de uso reservado para la correspondencia de oficinas gubernativas o diplomáticas y, en su caso, de entidades u organizaciones que disfrutan del privilegio de exención de pago de la tasa postal. Los primeros los emitió el Reino Unido en 1882. Tan frecuente es que se trate de sellos ordinarios sobrecargados como de series emitidas al respecto. En algunos países, como en su momento en Argentina, pueden llevar en sobrecarga las iniciales de la entidad administrativa a la que se asignan.



En el área anglosajona o sometida a esa influencia, la sobrecarga puede ser algo diferente: O.H.M.S.(On his/her majesty service) o O.S.S.(On state service). Pocas veces se han utilizado en España sellos oficiales (la primera serie fue de 1854), prefiriéndose el sistema de diligencia en el exterior del sobre. Por otra parte, en los últimos años, Suiza ha sacado sellos oficiales para organizaciones que tienen su sede en ese país.

Franquicia militar. Durante diversos conflictos (y al menos una vez, en Francia, en tiempo de paz), se distribuía un cierto número de sellos entre los militares, para que pudieran comunicarse con sus familiares sin gastar nada en franqueo. Normalmente estos sellos no llevan indicación de valor facial, para no poder ser vendidos al público.


Telégrafos. Diferentes países han utilizado sellos similares a los postales para pagar la tasa correspondiente al servicio telegráfico. No todos están conformes en su asimilación filatélica a los postales. Parece ser que en la actualidad sólo circulan en Ecuador.


Fiscales postales.  En ciertos países se ha admitido, en uno u otro momento, el uso postal de los llamados timbres fiscales o móviles, que habrán de llevar el matasellos correspondiente para poder ser asimilados. Caso particular es el del Reino Unido y numerosas dependencias británicas: durante más de cien años la mayor parte de los sellos ordinarios no conmemorativos (y también algunos conmemorativos) han llevado la inscripción  Postage & Revenue”. Esto indica que se podían utilizar indistintamente como sellos postales y fiscales.

Sellos de beneficencia. En caso de guerra, grandes catástrofes o especiales necesidades´, numerosas administraciones postales emiten sellos gravados con una sobretasa; el importe de la misma se dedica a la finalidad indicada. Otras veces no se trata de un sello común con suplemento, sino de sellos especiales que deben acompañar a los ordinarios. Aquí es donde encontramos los verdaderos sellos de beneficencia.


Locales. Se trata de emisiones válidas para una ciudad, un distrito o un territorio, no pudiendo franquear sino las cartas destinadas a esa zona. Si son emitidos por la autoridad correspondiente, su carácter postal no debería plantear problema alguno; sin embargo, por razones de tradición se dan contradicciones: por ejemplo, se admite la validez y seriedad de los sellos cantonales suizos, pero se discute la de los procedentes de los antiguos zemtsvos rusos. 

Mayores problemas aparecen cuando proceden de entidades privadas de uno u otro tipo, observándose la misma contradicción de criterios ya indicada. Esta cuestión ya  se trató en otro apartado.

Por lo demás, cuando su caracterización como locales se debe a una simple sobrecarga, son terreno abonado para falsificaciones, como ha ocurrido con la implosión de la Unión Soviética.

Preobliterados. Se trata de aquéllos (frecuentemente con una marca en forma de sobrecarga) que equivalen a una obliteración o matasellado previo. Algunos países han conocido estos sellos, que, vendidos en lotes cuantiosos, no son admitidos por la administración postal sino cuando franquean un envío conjunto de gran número de cartas y en el mismo día. De esta forma, la administración economiza el tiempo de matasellado y concede por ello un precio preferencial a los compradores. En la actualidad tienden a desaparecer, sustituidos por sistemas más simples de franquicia concertada de antemano.




No emitidos. Puede ocurrir que una administración prepare un sello o serie y que, finalmente, por circunstancias que pueden ser variadísimas (y a veces muy curiosas), no se lleguen a poner en circulación. La categoría de los “no emitidos” nació en un primerísimo momento: en el Reino Unido en 1840 debía de ponerse en circulación un tercer sello, junto a los dos famosos (1 penique para el servicio oficial, de color negro). A última hora llegó la contraorden y el sello en cuestión jamás apareció.

Finalmente nos limitamos a mencionar, sin más detalles, las viñetas autoadhesivas (a veces de importe determinado en el momento por el usuario), que distribuyen máquinas expendedoras cada vez más numerosas.




domingo, 15 de mayo de 2011

NACIMIENTO DEL SELLO DE CORREOS







 INTRODUCCIÓN

Desde el punto de vista de la vida cotidiana, corren malos tiempos, cada vez peores, para los sellos de correo. Saludados en su momento como una invención sencilla y práctica, una especie de “huevo de Colón”, que multiplicó inmediatamente el número de envíos postales, sufrieron primero la competencia del telégrafo (que no les afectó mucho), después la del teléfono, que con el tiempo llegaría a ser seria, la del radiograma, el telefax y luego, encaramándose unas sobre otras, las de las diversas formas de comunicación ligadas a la electrónica, que no detallamos por ser de sobras conocidas. Y esto sin contar, dentro de la comunicación escrita tradicional, los sistemas de franqueo concertado, las agencias privadas, etc.


Es cierto que todavía hoy, en países no demasiado desarrollados y en zonas rurales, la comunicación por cartas franqueadas al modo tradicional tiene cierta importancia, pero no es esto lo que interesa destacar, sino que el sello de correos, pese a todo lo antedicho, parece haber adquirido una especie de vida propia; en efecto, si nos fijamos por ejemplo en las páginas de Internet, la filatelia parece más viva que nunca, lo que se compagina con el número de catálogos y publicaciones dedicadas a ella. Lo que es aún más significativo: no sólo pequeños países de escasos recursos, sino muchos otros, ricos e importantes, la consideran una fuente de ingresos a tener en cuenta o, por lo menos, prestan atención a la calidad de sus emisiones como una especie de manifestación, secundaria si se quiere, de su soberanía (y, con frecuencia, también de sus ideales o de su ideología).

Aquí sí que nos vamos acercando al punto que se quería destacar. Cuando ya han pasado más de 170 años desde la emisión de los primeros sellos de correos, el conjunto de todos ellos, si se consideran y clasifican con la deseable escrupulosidad y corrección, constituyen algo similar a los hilos de un tapiz que nos muestra, agradable y simultáneamente, dos realidades complejas y complementarias.


Por una parte, un devenir histórico agitado y complejo, sin contar con lo que pueda llover en el siglo XXI. Por otra, y como plasmación y consecuencia del mismo, unas realidades territoriales (“Geografía  Política” se las llamaba antes) que convierten en obsoleto cualquier atlas o mapa histórico de pocos años ha.

Ni que decir tiene que esta visión histórico-geográfica de la filatelia, que es la que compartimos, no supone desdoro para aquellas otras que atienden a una temática o al seguimiento de las emisiones y de las particularidades filatélicas de un país o de un determinado grupo de países.

El contenido se ha distribuido en tres apartados: 1) Introducción y temas generales. 2) Extranjero. 3) España y dependencias postales españolas.
La sistemática se ha tomado, en términos muy amplios y flexibles, del catálogo Yvert-Tellier. Con muy escasas excepciones, la base filatélica para las ilustraciones es la colección del autor, que cuenta con unos 27.000 sellos, seleccionados según los criterios histórico - geográficos arriba expuestos.
Una parte de los escudos de armas que aparecen en diferentes páginas ha sido tomada de ‘Katepanomegas’ de Wikimedia commons.
Parte de las fotografías son del autor; las restantes, de muy variadas procedencias.
La elaboración de este blog no hubiera sido posible sin la colaboración sumamente eficaz, de Lucía Y.E., profesora de Informática.
CÓMO NACIÓ EL SELLO DE CORREOS
La emisión del primer sello postal se enmarca dentro de una profunda reforma del servicio de correos británico, cuya principal figura es Rowland Hill, maestro de profesión, que figuraba ya como funcionario (Secretario de la Comisión para Australia Meridional) en 1835. Hasta esas fechas, el envío postal lo pagaba el destinatario en función de la distancia recorrida, y no por su peso. Hill propuso que lo pagara el remitente según una tarifa uniforme en función del peso y no de la distancia.
Era frecuente que estuviera convenido entre remitente y destinatario cualquier “código” o sistema de señales en el propio sobre, de forma que el destinatario se enteraba de la noticia que le interesaba (por ejemplo, “todos seguimos bien”) sin recoger la carta y, por tanto, sin pagar el franqueo. Este fraude bastante corriente era el que se trataba de evitar, aunque los relatos circunstanciados que tienen como testigo al propio Hill, no estén en realidad acreditados.
El folleto de Hill (1837) proponiendo la reforma dio lugar a una Comisión de la Cámara de los Comunes que informó favorablemente la proposición, y ello a una providencia de 1839 autorizando al Tesoro para determinar los detalles. Los sobres timbrados (hoy llamados en filatelia “enteros postales”, ya en desuso) y los sellos con goma adhesiva los emitiría el Gobierno.
Hill propuso también los dibujos, poniéndose en circulación el primer sello del mundo, el famoso “Penny black”, con la efigie de la reina Victoria y la única indicación  “Postage”, el día 6 de mayo de 1840. El 8 de mayo se pondría a la venta el 2 peniques de color azul. Sólo el primer día se vendieron 60000 ejemplares, y el número de cartas se triplicó en una semana.
Rowland Hill fue nombrado Director de Correos del Reino Unido, y dedicó toda su vida a realizar ampliaciones y mejoras en el sistema. Recibió el título de “Sir”, y fue enterrado a su muerte (1879) en el Panteón de Hombres Ilustres de la abadía de Westminster, siendo sufragada la construcción del sepulcro por suscripción popular.
El nuevo sistema se extendió internacionalmente en pocos años. En 1843 comenzaron a usarse los sellos en Suiza (como correo cantonal en Ginebra y en Zürich), y en Brasil. En 1847, en Mauricio y el mismo año aparecen en Estados Unidos con carácter público y federal; en 1849, en Francia. Los primeros sellos españoles son de 1850.

Al principio, venían en pliegos que se cortaban con tijeras, quedando los sellos con bordes rectos. Más adelante se utilizaron líneas de perforaciones, que facilitaban su separación, surgiendo así los actuales sellos dentados; los primeros, en 1854 en el Reino Unido. 
En España los primeros dentados son de 1865. En 1963 aparecieron los primeros sellos autoadhesivos, que tardarían mucho en alcanzar difusión.
En 1874 se creó la U.P.U. (Unión Postal Universal, con sede en Berna), cuya función es la cooperación internacional en la transferencia del correo a través de distintos países. La U.P.U. estableció que los sellos que circulen entre diversas naciones deben llevar el nombre del país emisor en caracteres latinos (aunque diversos países han contravenido durante años esta norma); de esta obligación quedó exento sólo el Reino Unido por ser el primer país emisor (a Rowland Hill, en su diseño, no se le ocurrió que fuera necesario citar el nombre del país).
Berna. Monumento a la U.P.U.

El problema lo plantean aquellos territorios que aspiran al reconocimiento de su independencia, pero pocos países, o quizá ninguno, los han reconocido. No forman parte de la U.P.U., y los sellos que emitan sólo podrán circular en principio por el interior. Para salir al exterior, será preciso que un país vecino y amigo admita el doble franqueo con unos y otros.
La difusión de los sellos postales originó pronto la afición por coleccionarlos. El término “filatelia” aparece por primera vez en un periódico francés de 1864; los primeros catálogos con valor convenido, también en Francia ya en 1860. En el mismo país comienzan a venderse en 1862 álbumes con huecos o casillas. Hoy la filatelia es una de las actividades de coleccionismo más extendidas en el mundo y entre todas las clases sociales.